martes, 25 de octubre de 2016

Vacío

Rostros ajenos que transitan entre fotogramas de ventanillas.
Vidas opacas que se masturban ante la pantalla social.
Nadie te mira, nadie te toca.
Una vida de voyeur.

Falsos reflejos que mostrar en proyecciones de quienes no somos.
Ideas anónimas y cohibidas. Ideas cobardes.
Sequía de criterio, derrame fecal, silencio propio.

Callamos al hablar cuando rezamos los dictados y anulamos el pensamiento.

Parecer y no ser.
Ser y ser juzgado y ejecutado.
Cimientos de oropel.
Errante de credos.

sábado, 22 de octubre de 2016

Venas blancas

Al borde del acantilado las olas baten con fuerza hasta la cima para dejarse caer con la gracia del desmayo. Lo que primero fue rugido ahora es delicadeza, fuerza en rendición, sinrazón en aceptación.

Y el mar se retira entre campos de espuma susurrando secretos de piel. Sudor a sal que se escapa por los pliegues de la levedad, balanceado ola a ola en un vaivén de caricias. Te dejas llevar y cierras los ojos.

Caminas descalzo por las crestas para vivir cada grano de salitre que se adhiere a tu piel mientras, abajo, todo su ser se retuerce en quiebros de mar, en olas de venas blancas como el espejo de una tormenta. No hay miedo.

En la playa te espera la arena con la que te cubrirás.

jueves, 20 de octubre de 2016

Viento solar

Sólo encuentro confusión en este orden. Orden de cosas, orden de ideas, orden de estados. Periódicos viejos que desisten de recordar se suicidan por la ventana mientras el humo me esculpe y me devora. Así que, soy aire desordenado que camina por pasillos largos y estrechos donde no hay luz al final; sólo orden.

Avanzo en espiral entre paredes que imponen su disciplina, y yo adoro las curvas, soy espiral. Trazo giros limpios y reboto contra los muros inamovibles mientras miles de voces bovinas se pierden entre ecos. Sonrío ante la adversidad convirtiéndome en estela.

Tu cara se cubre de brisa al despertar. Entre las sombras de tu cuerpo descubro gotas de rocío que encierran los sueños de ayer. Como un viento cálido las abrazo deslizándome por tu piel y siento que no hay ley, ni mandato, ni imposición social que me haga parar. Somos tormenta que ruge su verdad, la nuestra.

Clamen las plañideras, susurren las mirillas.

miércoles, 19 de octubre de 2016

Caminos verdes

No existen caminos verdes sin que la lluvia los insinuara primero y devorara la tierra después. Camino hecho, camino por andar.

Las cicatrices recuerdan el trazado, la carga y el dolor. Cada vez que lo recorres la sangre se rebela buscando una salida sellada por el tiempo y tal vez el olvido. Aunque este es quebradizo como la voluntad del drogadicto que una y otra vez gira sobre si mismo sin que la inercia pueda vencer la querencia. Rojo es el color, negro el muro, seca la hierba.

Volvemos una y otra vez para reconocer heridas del pasado que nos sumen en la vergüenza, y nos duele su dolor, el de quien fuimos bajo la lluvia entre carreras por suelos empedrados y luces notariales. Al final somos la hiedra que contiene la memoria de nuestra ruta; del desierto virgen surgirán caminos verdes, heridos por nuestro andar desbocado pero verde al fin y al cabo. Crece fuerte, se ramifica, se extiende hasta hacerse piel.

Fuimos, somos y seremos. La Santísima Trinidad.

lunes, 23 de mayo de 2016

Armarios pasados

El camino es incierto y nebuloso. Las ideas apenas se vislumbran en la profundidad, esquivas a la conciencia y obstinadamente presentes. Pero todo ha de moverse si se quiere recorrer la distancia que nos separa de ese que no somos. Peregrino de uno mismo, actuamos como abogado, sentenciamos como juez y tal vez ejecutemos como verdugo. ¿De verdad quieres recorrer ese camino?.

Liberamos demonios cubiertos de culpabilidad y vergüenza. Implacables desgarraran  nuestra conciencia quemándola en cal viva. Negamos y afirmamos como en una marea de acusaciones, a las que asistios asustados de descubrir nuestro propio armario. ¡ Cuántas viejas cuentas por afrontar ¡.

Duele ser quien eres, y sin embargo esa es la ruta a seguir. No hay puentes ni atajos que aligeren la sinceridad y alivien la verdad. Sí, recorremos el camino exhaustos de tanta miseria en la certeza de nuestro encuentro, orgullosos de nuestra carga, capaces de absorberlo todo y no volver a vivirlo. Es nuestra fortaleza. Somos.

jueves, 19 de mayo de 2016

Ideogramas de calamar

Estático contemplo el paso de la mañana, todo lo más un ligero movimiento para respirar. Las noticias se suceden, pasan cosas en el mundo, en mi calle sin ir más lejos. No quiero saber nada de ello, aspiro a la evaporación, estática también.

Nada me perturba ni nada me adormece cuando observo a los calamares trazar ideogramas en las paredes. El rastro es gris y confuso, pero el dibujo nítido de tinta negra. Se diría que alguna fuerza los dirige dictándoles el camino, pero si lo pienso más, y no quiero pensar, considero que la idea es absurda. Tienen criterio propio, o al menos lo aparentan, y por lo que yo veo el concepto permanece.

Me aburro pronto de ellos, la contemplación no sabe de atención, sino de vaguedades que flotan en burbujas translúcidas, frágiles al pensamiento. Basta con mirarlas de reojo para que estallen y derramen su intención en miles de micro gotas condenadas al olvido. Es mejor quedarse quieto, absorto en el vacío, y esperar a que se te acerquen y te digan.

La mañana pasa, los cigarros se consumen, los calamares se han secado. La mañana ha terminado.

La noche, la ciudad.

Latas de cerveza entre bolsas de basura se fotocopian muro tras muro. La ciudad se desnuda de noche y camina por sus calles con la mirada altiva y el paso firme; pezones al viento. Mil mirillas observan la vida del vecino para terminar esta expuesta en el mercado. Hay demanda de vileza.

El viento dobla esquinas, recorre callejones y se extiende llevando mensajes consigo. Los perros siempre son los primeros en recibirlos, y ladran con todo el cuerpo; esparcen babas con los ojos desorbitados. La noche llega, negra y en tacones.

Caen los disfraces y dejamos de ser, estamos solos. No hay excusas ni escudos, sólo tú mismo. La noche y la ciudad se besan apasionadamente en un portal, se comen, se devoran. Y estás solo, con tus demonios abrazándote con susurros inquietantes, la erección te entristece.

Llueve de noche, llueve en la ciudad.

miércoles, 18 de mayo de 2016

luna negra

Los cerdos vuelan, lo vi en una foto. Son tiempos extraños, de colores abstractos y luna negra. Las sombras recorren las almas vagando los días. Tiempos extraños sin duda. La luz muerde en los callejones dando dentelladas que queman. Así que, uno cierra la puerta protegiéndose.

Creo que los rumbos marcan diferentes direcciones que seguir, y eso es una multitud que no calla dentro de la cabeza. Tiempos extraños conviviendo en voces ajenas, expuestas sin reserva al juicio popular y a la sentencia. Celebremos la bacanal y vomitemos en tinajas nuestras palabras.

Chimeneas al viento. Naveguemos por mares de hormigón con la bandera ondeando en lo más alto. Tal vez la decepción vuelva, no son nada más que bolas de alcanfor. El armario es su destino. Corramos como estelas de ficción y así mantendremos nuestra virginidad, a salvo de los temores y el desconcierto. Sí son tiempos extraños; de certezas quebradas a martillazos llenos de sinrazón.



Mañana volaremos como los cerdos.

Jesucristo, agente de seguros.

Los observo con perspectiva, anónimo tras el cristal; carne de matadero. Cotidianos hasta en la muerte sólo viven cuando duermen y mueren con el primer café. Todos parecen muy ocupados, muy solicitados, muy de culo apretado. Me pregunto qué me he perdido.

Son tiempos extraños. Jesucristo vende seguros de decesos, Einstein trabaja en la ventanilla única, Buda retransmite partidos de fútbol, Nietzsche programa aplicaciones para móvil, Platón es ordenanza en el Congreso, Heisenberg busca a desaparecidos. Adoran a Producción.

Maletines, corbatas, suelas quemadas, perfumes, sonrisas extraviadas, manos firmes, escaladores de espaldas, escritorios, ruido, cajas hambrientas, estómagos hinchados ... puta realidad alienada. No hay rendición posible, nuestra naturaleza ya no es humana, somos Producto.

Me compro y me vendo, lo que haga falta. Le doy la mano al compañero mientras le piso el pie, beso sus oídos a la vez que lo apuñalo en el espejo y luzco mi mejor sonrisa a la espera de una zancadilla. Todos los días asistimos al acto proclamando nuestra fe en el Mercado, ágora.

martes, 17 de mayo de 2016

Neneh Cherry

Vaivén, adelante y atrás, adelante y atrás. Por encima el fraseo, go,go go....Salta, salta, respira, salta, salta. Vamos, vamos, vaivén. Neneh, Neneh : yeah¡¡¡ . Risa, llanto, pasos, sí, sí, sí. Cherry, Cherry. Chica, no te entiendo pero me mueves, yeah, yeah.


mantas de cartón

Gaviotas de ciudad, carroñeras de vertedero, banderines de pesquero. Anidan en las azoteas, tejen redes vecinales y graznan como gallos despistados. Va a llover. Lluvia fina y negra que tiñe nuestras cabezas sin que cambiemos el paso. Luces de neón, escaparates recargados, sonrisas congeladas, niños corriendo, madres desatadas, padres compungidos, riñones en venta al peso.

Los vientos son densos, arrastran sudores de mantas de cartón, de botas raídas, suelas asfaltadas. Son voces fatuas que no miramos e ignoramos. Masas invisibles; en realidad, puro hedor. Gaviotas olvidadas en callejones luminosos desbordantes de progreso.

Una niña observa desde su ventana el discurrir de los vientos. Son otros ojos los que sienten, capaces de comprender sin necesidad de justificar. Es y es, no hay más. No evita las lágrimas, sino que las derrama sobre los zapatos de charol incapaz de contener la rabia inocente.

Carros de identidad ajenos a su voluntad recorren los mismos caminos, las mismas aceras. Como sombras estáticas. Son gaviotas a quienes han cortado las alas, no vuelan. Sólo terminan suicidándose desde sus azoteas. Atrás dejan vientos que son una vida.

Cabalgando.

Cabalgo por colinas escarpadas a lomos de una almohada. Se encabrita, relincha y galopa a un "sindestino", yo me dejo llevar. No hay límite que traspasar, ni frontera que rebasar. El mundo por montera.
Me alimento de sueños vomitando realidad, pero el despertar sigue lejos. Por el camino cruzo ríos vibrantes repletos de ideas, evitando los puentes para sumergirme en las profundidades de una poza. Me expando como una supernova y resurjo del fondo al grito de libertad. Atrás dejo una estela de guijarros: perlas de río.

Pueblos hambrientos, pueblos atemorizados, pueblos asesinos, pueblos indigentes, pueblos olvidados. Buena gente la gente buena, gente sencilla, gente de pueblo. Mi almohada llora sin que mi abrazo, fuerte, sirva de consuelo. La cama se encharca ante la sonrisa de un niño, capaz de detener el tiempo, de plegarlo y encerrarlo en un frasco de cordura.

La avaricia, el poder, culos despampanantes, son los motores de este viaje. Pronto tendremos que seguir otra ruta que nos llevará a la misma avaricia, al mismo deseo y a las mismas burdas aspiraciones. El pozo es profundo, abismal, pero somos capaces de ahondar más y más hasta que una justicia de justicia nos borre de la existencia.

El final es siempre el mismo, tirar de la cadena.

lunes, 16 de mayo de 2016

Liszt

Corro desnudo por campos de trigo cantando la Traviata. Ancha es Castilla y extensa la obra (este yogur está buenísimo). Algunas espigas se me clavan en el escroto, lo reconocerás por los gallos, pero la plenitud es tal que las recibo con ardor torero.
Me visto de viento seco, de olor a tierra, de esperanza e ilusión. Ligero es mi pensamiento, pierdo lastre a cada nota y sé que llegaré a la inocencia, a lo básico y al niño que tengo castigado en algún rincón de el Estado.

Un agricultor está interpretando a Liszt en medio de la meseta. El tiempo se detiene, las espigas se inclinan atentas, los grajos se callan de una puta vez y unas ovejas cercanas experimentan por primera vez la inteligencia en sus ojos. Los dedos, callosos, acarician las teclas. Las cuerdas vibran en dulces espasmos, unas veces cortos e intensos; otras, lánguidos hasta el borde de las lágrimas.

Escapar, abrazar la sinrazón propia como si no hubiera un mañana y quemar la razón de esos. Ese es el camino que me llevará a ser una oveja que se emociona con el piano de campo. Rebaño es, y a pesar de su naturaleza no balan al unísono. Saben.

sexo tántrico

Le huelen los pies.Vaya que si le huelen. Aparenta naturalidad, como si estuviera en el sofá de su casa, sentada en posición Buda, y le olieran los pies, y le importara una mierda. Pero de hecho, apestan. Lee un libro de bolsillo, de hojas desgastadas y mil salivas en sus esquinas. Alcanzo a ver que es poesía tántrica. El olor se intensifica.

Los postes se suceden tras la ventanilla y yo intento contarlos, pero el tren va demasiado rápido. Ella no les presta atención. Diría que levita excepto porque sus pies desnudos reposan en su asiento. Me viene a la cabeza el personal de limpieza. Seguro que de por sí, llevan mascarilla, aunque la tela del asiento va a ser un problema que tal vez venga o no venga en el convenio. Huele a conflicto.

Le apestan los pies y sin embargo su media sonrisa es perenne, ni se inmuta. Claro, - me digo - la poesía tántrica tiene ese efecto. ¿Estará sintiendo un orgasmo?. Creo haber leído que va de eso. Será eso. Orgasmo tántrico, a la poesía que le den. En estos vagones modernos las ventanillas no se abren.

No puedo fumar, ni contar los postes. Me va el orgasmo de toda la vida; llamarme clásico. Mi compañero de butaca, de piel mortecina (ya estaba sentado antes de que entrara yo), agoniza tras un ejemplar de el "Economist". Apenas respira.

Alguien entra y alguien se va, no sin antes echarme una mirada de desprecio. No me da tiempo a decirle que no me huelen los pies, que le huelen a la chica que le huelen los pies. Tendrá nombre, digo yo. Mejor no pregunto, no sea que se remueva y remueva el aire. Tiene pies de llamarse Ashima, muy rollo hindú, muy natural.

Y finalmente, pienso : puritana fuiste, puritana eres, puritana serás. So puta.

Anhelo de levedad

Esta estela de levedad que me precede anhela deseos de tormenta. Vientos cálidos liberados en espuma de acantilado, bufones que eyaculan, simbiosis.
A cada expiración, un problema se estrella contra las rocas y la levedad se adelanta un paso más.
A cada ola que se eleva, una atadura libera su nudo y parte al mandato de las corrientes. Se ven muy lejos ya.
A cada gaviota que reclama su presencia, una culpa se suicida.
Cada golpe de brisa alimenta la levedad hasta saciarla. Todos nuestros yo se unen en una orgía surgiendo erecto un solo yo, el que somos y a quien desconocemos.

No hay civilización, no hay miseria, ni envidia, ni rencor. No hay alienación, ni educación previa. El mundo es tal como es aun cuando nos obstinemos en prostituirlo. Ambición, falsedad, religión; no son frutos de árbol, ni tan siquiera rastrojos de desierto. No son carbono de estrellas, pero sí son parte de nuestra mísera condición.

No lo quiero, no lo necesito, no soy así. Anhelo una levedad universal que nos redima y nos reconforte, anhelo otro mundo que no existe, que no existirá mientras sigamos siendo humanos. Quiero una butaca en primera fila, al borde del acantilado, todos los días, a tiempo completo. Quiero sal en el aire, cielos negros barruntando temporal, olas encabritadas y una taza de café en mi mano.

domingo, 15 de mayo de 2016

a la luna

Los brillos recorren la ciudad al sonido del tacón. Noches frías, cuero caliente. Corremos tras un barco de asfalto ondeando la bandera de la desesperación. Reímos, bebemos, nos caemos y nos volvemos a levantar. La luna pone rostro a cada cara.

Nos ponemos una máscara sobre la máscara, ¿o nos la quitamos?, con el fin de reventar los eslabones que nos sujetan, ¿de verdad es eso?. ¿Quién es el amigo y quién el enemigo?. ¿Quién suelda la cadena o quien la rompe?. Mi cabeza es un griterío, un patio de voces, un corral de gallinas. Todos opinan y alguien decide. Pero, ¿quién?.

Suelos mojados resuenan tristeza en cada paso. Cada golpe de tacón me hunde un poco más en una soledad mísera. Cada baldosa conocida, cada garaje orinado son un recuerdo del lugar al que no he de volver jamás. Las voces dicen esto y aquello, pero cuando forman un coro su nota vibra con fuerza mostrando mi rostro en el espejo. Es la determinación.

Pienso que sólo existen las verdades propias. Nadie más puede escuchar todas las voces, sólo las que quieres mostrar.¿Qué voz decide cuáles se muestran a quién, y cuáles no?. ¿A quién le enseñamos el coro sabiendo que nos desnudamos?.

A la luna.

redes oníricas

Entre redes impuestas enredamos nuestra piel con la esperanza del mañana. Como peces resignados damos pequeños coletazos sin más intención que el disfraz. Nos acostamos sin cerrar los ojos, nos arropamos y nos vendemos a nosotros mismos. Ayer no me hubiera comprado, hoy sí.

Cerramos al fin los ojos sabiendo que nos invadirá el terror de la autopresencia impuesta, el yo contra el yo. El de día y el de noche, ese y este. Los sueños aún están por llegar, pero mientras tanto las verdades nos acosan violando su propia intimidad, la mía y la tuya. ¿Te comprarías tú?.

El sueño baila con nuestros temores. Nosotros, por el contrario, permanecemos quietos y tensos, testigos de los versos que canta la conciencia. No es un sueño, es el sueño, ya que aquellos seguirán a este, y tal vez el dolor de huevos, los miedos, se suiciden en un cortocircuito.

Redes oníricas que reparan.

una cresta del espacio-tiempo

Abro la calle en casa, ruedas mojadas, efecto doppler. También hay momentos de silencio en los que cierro los ojos y soy libre. Escapo de las dudas abandonando la materia y sin embargo siento el aire frío de la mañana reconfortándome.

Mirar hacia adentro hasta involucionar en un punto singular; el origen y el fin. Somos estrella y somos planeta. Materia oscura también, y energía, polvo, neutrinos, supernovas. Humanos.

Oigo los pasos de la calle, voces reprimidas, gotas en el cristal. Es una preciosa mañana fría, cargada de humedad a café y a tabaco. Sin duda, la vida merece la pena. Alguien silba, otro sube la persiana, la vecina del visillo aposenta su culo voyeur ante la ventana, el patio de luces se enciende de voces vecinas, la mañana se desmelena. Vida de barrio.

Pienso que sentado en esta cresta espacio-tiempo, mientras los del segundo me imponen su ritmo de fornicación, permanezco invariable. Al revés que la vida, que sigue su curso en ruedas mojadas sobre el asfalto. Me retraso y lo veo todo con perspectiva, me siento muy lejos ajeno a lo que ya es pasado.

Pronto abrirán las tiendas y la magia se refugiará en su chistera hasta la mañana siguiente. La esperaré sentado en primera fila con un café, un cigarro y mi silencio.

punto cuántico

Las teclas tiemblan con seguridad expulsando notas que se encierran en mi cabeza. Chopin nocturno mientras bailo recostado en un sofá; camino por pentagramas a la luz de la música cuando la luna se muda y en un gesto de coquetería sonríe con timidez.

Las manos articulan, las cuerdas vibran y el hombre siente (entendido como un genérico en el que se incluyen tanto a hembras como a varones). Los problemas son plantas rodadoras, que giran y giran sin rumbo propio, guiadas al azar de la brisa fría. No pienso en ellas, el piano me ata a su charlatanería y, suavemente, me dejo atrapar en su esfera, libre en el espacio y en el tiempo. La música, la noche, Chopin, el desierto.

La vida es maravillosa. Sólo tienes que elegir, y también tienes que rechazar. Bien, elijo Chopin; rechazo el dinero. Elijo la noche; rechazo el hastío. Elijo el silencio; rechazo la muerte. Elijo el desierto; rechazo el rencor. Elijo la vida.

Somos un punto cuántico en la inmensidad abrumadora del espacio. Aun así, somos grandes, somos Chopin.

cebollas enfermas

Vientos de guerra entre campos de cebollas. Es una imagen sacada de contexto mientras escucho las noticias. No decido yo, decide el otro; amigo y enemigo. Verdes son las cebollas, rojos los vientos, y corriendo desnudo salto de cebolla en cebolla temiendo a cada salto ser el último.

Mi grito se expande con la fuerza de un huracán, doblando robles centenarios. Asustados. Siento los pies fríos y el aliento gélido, pero todo arde a mi paso estallando en millones de brasas. La noche se hace día y el mundo se acuesta, siempre he ido al revés. El mundo, no.

Me acuesto, me levanto, me acuesto, me levanto. Espero y espero. El ritmo es lento, al contrario que el cerebro, vertiginoso en su pensamiento. Las ideas se desbordan, se atropellan unas a otras poniéndome una venda. Cerdo de matadero, grito de matanza, carne de frustración.

La vida sigue, los polos se invierten y Dios es Satanás, y Satanás es Dios. Las cebollas sufren de dermatitis, ya no provocan lágrimas, ni siquiera provocan. Los mares flotan en continuas marejadas lloviendo estrellas negras. Bowie se divierte

ciudadano

No son tiempos para la lírica. Sí para la vulgaridad. Yo soy el rey, apártate a mi paso, yo soy el rey. Lacayos todos, mostradme respeto, atendedme y no rechistéis. El mundo es mío, no hago colas, hablo alto, espero el aplauso, yo soy el rey.

Pago mis impuestos, luego tengo esclavos. Reclamo, exijo y mando a la mierda. Joder, que yo soy el rey y vosotros mis lacayos. Pleitesía, eso es lo que me corresponde; derecho de pernada también. Me follaré a vuestras mujeres, a vuestros hombres; me lo follaré todo ya que yo soy el rey.

No son tiempos para la lírica. Sí para el egoísmo y la necedad. He nacido para que me besen el culo, se aparten a mi paso y me dediquen su mejor sonrisa. Yo soy el rey, carajo. Levanto tronos allá donde voy, nombro caballeros y degrado a mi antojo porque yo soy el rey. Pago mis impuestos, trabajas para mí; ¡ entérate ¡. Soy cruel, soy imbécil, ten cuidado conmigo y trátame bien porque si no te partiré la cara, ¿acaso no pago mis impuestos?. Por eso vives, por mí.

Salta, grita, llora … Yo soy el rey.

Sapos a dieta

Los sapos siguen la dieta, los políticos se masturban en sus escaños, los ancianos votan, las perlas son abortadas, las damas se regodean ante el espejo, los perros maúllan, las voces no suenan, los libros se cierran, los barcos se hunden, la vida permanece, la muerte se desvanece, la voracidad se muere de hambre, el virgo se tensa, la polla palidece.

Te señalo, te castigo, te insulto, Europa. Dinero, dinero, dinero, quiero mássssss . No es mi vida. Bebo de espumas, de cántaros bañados y arena seca; camino por espacios amplios, de brisas cálidas, de sonrisas verdes. Los sapos son gordos, los perros ladran y mueven el rabo, ese es mi mundo. Vida, vida, vida.

Volemos humanismo y enterremos Europa. Lloremos en la tumba de Jim Morrinson, bebamos con Bukowski, bailemos sobre las tumbas de aquellos que nos salvaron y agradezcamos su valor. ¿Somos inteligentes?. Somos soñadores, y castradores también. Soy soñador, pero no castrador.

gotas

Se vierten litros de cordura en océanos de imbecilidad mientras el planeta gira, obcecado en su propio eje. Los perros del infierno ladran, y muerden; se muestran obscenos vestidos en oscuros ropajes financieros. El niño llora, la madre se rebela, el padre se emborracha, y los perros ríen.

Vemos imágenes como gotas de lluvia en un temporal, ¿procesamos?,¿pensamos?; reaccionamos al grito de justicia, nos esclavizamos a nuestra propia idea y no cuestionamos. Nos bañamos en la tormenta, nos vestimos a golpe de flash y corremos como posesos hacia la estupidez, la nuestra.

Café, Palmieri, café, son, la vida es bella. Ritmo, cadera, tabaco, ron. Muchos son los pecados y pocas las virtudes. A eso lo llamo castración, moral sobretodo. El daño está hecho y permanece aun cuando las vacas sigan pastando o los peces desovando. La inalterabilidad es hormigón armado, así que de poco sirve darse de cabezazos contra el muro, este es inamovible, es un deseo de pensión.

No me sirve la cordura ni me sirve la imbecilidad. No me sirven, no funcionan, me agobian con sus nítidos razonamientos escasos de sal. El mar me abraza, primero fríamente; después con voluptuosidad. Me sirve, confío.
Tras cortinas rasgadas, Paul me observa. Rojo, blanco y azul.

neveras rojas en campos verdes

La radio está encendida mientras me fumo un cigarro dentro de la nevera. Gritan en el plasma, plasman nuestros gritos y bajo el volumen. No es lo mismo, no lo es, pero qué es al final.
Pulpos, bacaladas, caballos, orgasmos. La vida se gira y rueda, colchones deluxe, sábanas fornicadas, polvos.

Camino por verdes prados pensando en neveras rojas desperdigadas en medio de la nada. Habitan monstruos perezosos rodeados de guirnaldas volátiles, brillantes en el climax, breve y lúcido. El cielo nublado y el aire frío; sopla el viento enrendándome el pelo, rojo, rizoso, pecoso. Pecas naranjas como lentejas a separar, piel blanca y labios gruesos…

¡ Silencio ¡, me digo. Me callo, escucho, cierro los ojos y me rasco un huevo. La sangre recorre su camino, a borbotones; un ruido estruendoso que no oímos y que no sentimos. La sangre palpita con rabia. ¡ Silencio¡ - me grita. Me callo, escucho y percibo. Roja, en una nevera roja en un campo verde. El cabello al viento, y la luz se muestra en cascadas cegadoras repletas de peces subconscientes, cántaros de vicios, deseos, miserias, verdades como rocas.

El río suena, la sangre avanza, los deseos se agolpan contra presas de moralidad. Una mente abierta de piernas es un abismo al ostracismo, el olvido, el rechazo, la hipocresía. Una mente fornicada es una mente satisfecha, una mente.

Sigamos pues, cabalgando por verdes praderas entre secretos exhibidos y congelados en neveras rojas. Maduremos nuestras ideas follando como monos los cerebros victorianos hasta que expandan sus masas cerebrales en un orgasmo de liberación.