No existen caminos verdes sin que la lluvia los insinuara primero y devorara la tierra después. Camino hecho, camino por andar.
Las cicatrices recuerdan el trazado, la carga y el dolor. Cada vez que lo recorres la sangre se rebela buscando una salida sellada por el tiempo y tal vez el olvido. Aunque este es quebradizo como la voluntad del drogadicto que una y otra vez gira sobre si mismo sin que la inercia pueda vencer la querencia. Rojo es el color, negro el muro, seca la hierba.
Volvemos una y otra vez para reconocer heridas del pasado que nos sumen en la vergüenza, y nos duele su dolor, el de quien fuimos bajo la lluvia entre carreras por suelos empedrados y luces notariales. Al final somos la hiedra que contiene la memoria de nuestra ruta; del desierto virgen surgirán caminos verdes, heridos por nuestro andar desbocado pero verde al fin y al cabo. Crece fuerte, se ramifica, se extiende hasta hacerse piel.
Fuimos, somos y seremos. La Santísima Trinidad.
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