miércoles, 18 de mayo de 2016

Jesucristo, agente de seguros.

Los observo con perspectiva, anónimo tras el cristal; carne de matadero. Cotidianos hasta en la muerte sólo viven cuando duermen y mueren con el primer café. Todos parecen muy ocupados, muy solicitados, muy de culo apretado. Me pregunto qué me he perdido.

Son tiempos extraños. Jesucristo vende seguros de decesos, Einstein trabaja en la ventanilla única, Buda retransmite partidos de fútbol, Nietzsche programa aplicaciones para móvil, Platón es ordenanza en el Congreso, Heisenberg busca a desaparecidos. Adoran a Producción.

Maletines, corbatas, suelas quemadas, perfumes, sonrisas extraviadas, manos firmes, escaladores de espaldas, escritorios, ruido, cajas hambrientas, estómagos hinchados ... puta realidad alienada. No hay rendición posible, nuestra naturaleza ya no es humana, somos Producto.

Me compro y me vendo, lo que haga falta. Le doy la mano al compañero mientras le piso el pie, beso sus oídos a la vez que lo apuñalo en el espejo y luzco mi mejor sonrisa a la espera de una zancadilla. Todos los días asistimos al acto proclamando nuestra fe en el Mercado, ágora.

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