lunes, 16 de mayo de 2016

Anhelo de levedad

Esta estela de levedad que me precede anhela deseos de tormenta. Vientos cálidos liberados en espuma de acantilado, bufones que eyaculan, simbiosis.
A cada expiración, un problema se estrella contra las rocas y la levedad se adelanta un paso más.
A cada ola que se eleva, una atadura libera su nudo y parte al mandato de las corrientes. Se ven muy lejos ya.
A cada gaviota que reclama su presencia, una culpa se suicida.
Cada golpe de brisa alimenta la levedad hasta saciarla. Todos nuestros yo se unen en una orgía surgiendo erecto un solo yo, el que somos y a quien desconocemos.

No hay civilización, no hay miseria, ni envidia, ni rencor. No hay alienación, ni educación previa. El mundo es tal como es aun cuando nos obstinemos en prostituirlo. Ambición, falsedad, religión; no son frutos de árbol, ni tan siquiera rastrojos de desierto. No son carbono de estrellas, pero sí son parte de nuestra mísera condición.

No lo quiero, no lo necesito, no soy así. Anhelo una levedad universal que nos redima y nos reconforte, anhelo otro mundo que no existe, que no existirá mientras sigamos siendo humanos. Quiero una butaca en primera fila, al borde del acantilado, todos los días, a tiempo completo. Quiero sal en el aire, cielos negros barruntando temporal, olas encabritadas y una taza de café en mi mano.

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