domingo, 15 de mayo de 2016

gotas

Se vierten litros de cordura en océanos de imbecilidad mientras el planeta gira, obcecado en su propio eje. Los perros del infierno ladran, y muerden; se muestran obscenos vestidos en oscuros ropajes financieros. El niño llora, la madre se rebela, el padre se emborracha, y los perros ríen.

Vemos imágenes como gotas de lluvia en un temporal, ¿procesamos?,¿pensamos?; reaccionamos al grito de justicia, nos esclavizamos a nuestra propia idea y no cuestionamos. Nos bañamos en la tormenta, nos vestimos a golpe de flash y corremos como posesos hacia la estupidez, la nuestra.

Café, Palmieri, café, son, la vida es bella. Ritmo, cadera, tabaco, ron. Muchos son los pecados y pocas las virtudes. A eso lo llamo castración, moral sobretodo. El daño está hecho y permanece aun cuando las vacas sigan pastando o los peces desovando. La inalterabilidad es hormigón armado, así que de poco sirve darse de cabezazos contra el muro, este es inamovible, es un deseo de pensión.

No me sirve la cordura ni me sirve la imbecilidad. No me sirven, no funcionan, me agobian con sus nítidos razonamientos escasos de sal. El mar me abraza, primero fríamente; después con voluptuosidad. Me sirve, confío.
Tras cortinas rasgadas, Paul me observa. Rojo, blanco y azul.

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