martes, 17 de mayo de 2016

Cabalgando.

Cabalgo por colinas escarpadas a lomos de una almohada. Se encabrita, relincha y galopa a un "sindestino", yo me dejo llevar. No hay límite que traspasar, ni frontera que rebasar. El mundo por montera.
Me alimento de sueños vomitando realidad, pero el despertar sigue lejos. Por el camino cruzo ríos vibrantes repletos de ideas, evitando los puentes para sumergirme en las profundidades de una poza. Me expando como una supernova y resurjo del fondo al grito de libertad. Atrás dejo una estela de guijarros: perlas de río.

Pueblos hambrientos, pueblos atemorizados, pueblos asesinos, pueblos indigentes, pueblos olvidados. Buena gente la gente buena, gente sencilla, gente de pueblo. Mi almohada llora sin que mi abrazo, fuerte, sirva de consuelo. La cama se encharca ante la sonrisa de un niño, capaz de detener el tiempo, de plegarlo y encerrarlo en un frasco de cordura.

La avaricia, el poder, culos despampanantes, son los motores de este viaje. Pronto tendremos que seguir otra ruta que nos llevará a la misma avaricia, al mismo deseo y a las mismas burdas aspiraciones. El pozo es profundo, abismal, pero somos capaces de ahondar más y más hasta que una justicia de justicia nos borre de la existencia.

El final es siempre el mismo, tirar de la cadena.

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