domingo, 15 de mayo de 2016

punto cuántico

Las teclas tiemblan con seguridad expulsando notas que se encierran en mi cabeza. Chopin nocturno mientras bailo recostado en un sofá; camino por pentagramas a la luz de la música cuando la luna se muda y en un gesto de coquetería sonríe con timidez.

Las manos articulan, las cuerdas vibran y el hombre siente (entendido como un genérico en el que se incluyen tanto a hembras como a varones). Los problemas son plantas rodadoras, que giran y giran sin rumbo propio, guiadas al azar de la brisa fría. No pienso en ellas, el piano me ata a su charlatanería y, suavemente, me dejo atrapar en su esfera, libre en el espacio y en el tiempo. La música, la noche, Chopin, el desierto.

La vida es maravillosa. Sólo tienes que elegir, y también tienes que rechazar. Bien, elijo Chopin; rechazo el dinero. Elijo la noche; rechazo el hastío. Elijo el silencio; rechazo la muerte. Elijo el desierto; rechazo el rencor. Elijo la vida.

Somos un punto cuántico en la inmensidad abrumadora del espacio. Aun así, somos grandes, somos Chopin.

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