Latas de cerveza entre bolsas de basura se fotocopian muro tras muro. La ciudad se desnuda de noche y camina por sus calles con la mirada altiva y el paso firme; pezones al viento. Mil mirillas observan la vida del vecino para terminar esta expuesta en el mercado. Hay demanda de vileza.
El viento dobla esquinas, recorre callejones y se extiende llevando mensajes consigo. Los perros siempre son los primeros en recibirlos, y ladran con todo el cuerpo; esparcen babas con los ojos desorbitados. La noche llega, negra y en tacones.
Caen los disfraces y dejamos de ser, estamos solos. No hay excusas ni escudos, sólo tú mismo. La noche y la ciudad se besan apasionadamente en un portal, se comen, se devoran. Y estás solo, con tus demonios abrazándote con susurros inquietantes, la erección te entristece.
Llueve de noche, llueve en la ciudad.
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