Abro la calle en casa, ruedas mojadas, efecto doppler. También hay
momentos de silencio en los que cierro los ojos y soy libre. Escapo de
las dudas abandonando la materia y sin embargo siento el aire frío de la
mañana reconfortándome.
Mirar hacia adentro hasta involucionar en
un punto singular; el origen y el fin. Somos estrella y somos planeta.
Materia oscura también, y energía, polvo, neutrinos, supernovas.
Humanos.
Oigo los pasos de la calle, voces reprimidas, gotas en el
cristal. Es una preciosa mañana fría, cargada de humedad a café y a
tabaco. Sin duda, la vida merece la pena. Alguien silba, otro sube la
persiana, la vecina del visillo aposenta su culo voyeur ante la ventana,
el patio de luces se enciende de voces vecinas, la mañana se desmelena.
Vida de barrio.
Pienso que sentado en esta cresta espacio-tiempo,
mientras los del segundo me imponen su ritmo de fornicación, permanezco
invariable. Al revés que la vida, que sigue su curso en ruedas mojadas
sobre el asfalto. Me retraso y lo veo todo con perspectiva, me siento
muy lejos ajeno a lo que ya es pasado.
Pronto abrirán las tiendas y
la magia se refugiará en su chistera hasta la mañana siguiente. La
esperaré sentado en primera fila con un café, un cigarro y mi silencio.
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